Los azúcares desempeñan un papel fundamental en nuestro organismo para obtener energía, pero si se consumen en exceso, son potencialmente peligrosos. Bastará con pequeños arreglos para saber cuáles y cómo contratarlos.
Los azúcares presentes comúnmente en los alimentos son:
glucosa (dextrosa), fructosa, sacarosa, lactosa.
La diferencia entre los azúcares consiste en la posición del oxígeno y del hidrógeno en el anillo, provocando cambios en la solubilidad, en el poder edulcorante, en la velocidad de fermentación por microorganismos y en otras propiedades.

Dos moléculas de glucosa pueden unirse con la eliminación de una molécula de agua: el resultado es la formación de un disaccaride, la maltosa.

Los disacáridos más comunes, formados de manera análoga son la sacarosa o el azúcar común: de una molécula de glucosa y una de fructosa (pentoso); maltosa o azúcar de malto: de dos moléculas de glucosa; lactosa o azúcar de leche: de glucosa y galactosa.
Cuando un gran número de moléculas de glucosa se unen, producen polisacáridos que contienen de 10 a 1000 moléculas de azúcar.
El almidón es uno de los polisacáridos más comunes en la naturaleza en cuanto material de reserva de las plantas, está constituido por dos macro moléculas lineales : amilosa y amilopectina.
De acuerdo con las directrices de la EAT - Alimentación sostenible 2020 Capítulo 2, punto 3: Azúcares y edulcorantes
"En una alimentación sana, los azúcares simples no deben superar el 10% de la ingesta diaria. No se aprueban los jarabes ricos en fructosa, como el jarabe de agave, el jarabe de arce, la miel, el azúcar invertido. (a menudo son fructosa pura o azúcar refinado). En general, el azúcar simple, sea sacarosa, maltosa o fructosa, es sustancialmente equivalente en sus diversas formas. Hay que tener cuidado en las cantidades absolutas, independientemente de la procedencia y del aspecto más o menos "natural".